Un brahmán se paseaba en
cierta ocasión por los alrededores de una fuente, y vio caer,
inmediato a sus pies, un ratón desprendido del pico de un cuervo. Lo
cogió y lo llevó a su casa; después suplicó a los dioses que lo
transformaran en una niña, gracia que le fue concedida. Algunos años
después, viendo que la niña había llegado a la edad apropiada para
casarla, dijo a la joven: “Elige de toda la Naturaleza el ser que
más te guste; prometo casarte con él”. —“Quiero, dijo la
joven, un marido que sea tan fuerte que nunca pueda ser vencido”.
—“Es el Sol, entonces, lo que quieres”, dijo el brahmán.
Y
al día siguiente, dijo al Sol:
“Mi hija desea un esposo que
sea invencible; ¿querrías casaros con ella?”. Pero el Sol le
respondió: “La nube destruye mi fuerza; dirigíos a ella”.
El
brahmán hizo la misma pregunta a la nube. “El viento, dijo ésta,
me hace ir adonde mejor le parece”.
El anciano no se desanimó:
y rogó al viento que se casara con su hija; pero como el viento le
hizo saber que su fuerza era detenida por la montaña, se dirigió a
la montaña: “El ratón es más fuerte que yo, puesto que me
agujerea por todas partes y penetra en mis entrañas”.
El
anciano fue, pues, en busca del ratón, que consintió en casarse con
su hija, diciendo que hacía tiempo buscaba mujer.
El brahmán,
cuando entró en su casa, preguntó a su hija si quería casarse con
el ratón y ella aceptó, puesto que el ratón vencía a la montaña,
la cual detenía al viento, dueño de la nube que oculta al sol. El
buen hombre se dijo entonces: “Para llegar a este fin, ¿qué falta
hacía haber cambiado al ratón en niña?”. Y rogó al dios que la
joven volviera su primitivo estado de ratón, gracia que obtuvo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario