viernes, 8 de mayo de 2020

Matazón. Eduardo Galeano.

En las orillas de Ciénaga, un oleaje de mar y de banderas. Los huelguistas han venido desde todas las distancias, hombres de machete al cinto, mujeres cargadas de ollas y de niños, y aquí, rodeados de fogatas, esperan. Les han prometido que esta noche la empresa firmará el acuerdo que pondrá fin a la huelga.
En lugar del gerente de la United Fruit, llega el general Cortés Vargas. En lugar del acuerdo, les lee un ultimátum.
La multitud no se mueve. Tres veces suena, advirtiendo, el clarín militar.
Y entonces, de pronto, revienta el mundo, súbito trueno de truenos, y se vacían las ametralladoras y los rifles.
Queda la plaza alfombrada de muertos. Los soldados la barren y la lavan, durante toda la noche, mientras los barcos arrojan a los muertos mar adentro; y al amanecer no pasa nada.
En Macondo no ha pasado nada, ni está pasando, ni pasará nunca.

 

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