En las orillas de Ciénaga,
un oleaje de mar y de banderas. Los huelguistas han venido desde
todas las distancias, hombres de machete al cinto, mujeres cargadas
de ollas y de niños, y aquí, rodeados de fogatas, esperan. Les han
prometido que esta noche la empresa firmará el acuerdo que pondrá
fin a la huelga.
En
lugar del gerente de la United Fruit, llega el general Cortés
Vargas. En lugar del acuerdo, les lee un ultimátum.
La
multitud no se mueve. Tres veces suena, advirtiendo, el clarín
militar.
Y
entonces, de pronto, revienta el mundo, súbito trueno de truenos, y
se vacían las ametralladoras y los rifles.
Queda
la plaza alfombrada de muertos. Los soldados la barren y la lavan,
durante toda la noche, mientras los barcos arrojan a los muertos mar
adentro; y al amanecer no pasa nada.
—En
Macondo no ha pasado nada, ni está pasando, ni pasará nunca.
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