Es de noche. La luna llena
está escondida tras las nubes y el viento trae de lejos los aullidos
de los perros.
Mi
perro permanece en silencio. Se levanta de su lugar frente al fuego y
mira fijamente hacia un rincón oculto tras las sombras, con la cola
entre las patas, las orejas gachas y la pelambre erizada.
Yo
no quiero ni pensar qué está mirando.
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