Son
nuestras fatigas, las de los infortunados,
son
nuestras fatigas como las de los troyanos.
A
poco que triunfemos; a poco que orgullosos
nos
sintamos, comenzamos ya
a
tener ánimo y buenas esperanzas.
Pero
siempre ocurre algo y nos detiene.
Aquiles
surge en la trinchera ante nosotros
y
a grandes voces nos espanta.
Son
nuestras fatigas como las de los troyanos.
Pensamos
que con arrojo y decisión
vamos
a mudar la hostilidad de la fortuna
y
nos echamos fuera a pelear.
Mas
cuando llega el momento decisivo,
el
arrojo y decisión se desvanecen;
se
turba nuestra alma y paraliza;
y
en derredor corremos de los muros
buscando
salvarnos en la huida.
Nuestra
derrota es, sin embargo, segura. Arriba,
en
las murallas, el treno ya ha empezado.
De
nuestros días lloran recuerdos y pasiones.
Con
amargura lloran por nosotros Príamo y Hécuba.
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