(A Paty Salgado y Damián)
La
anciana le pide a la muchacha que le envuelva ese conjunto de bebé.
Ella deja la lima a un lado y no quiere entristecerla, diciéndole
que en esa tienda, no se hacen paquetes de regalo. Rebusca, hasta dar
con un envoltorio viejo de navidad y lo va estirando, para que el
atuendo se vea como un regalo recién hecho.
La
anciana le pide que dentro ponga el sobre.
La
muchacha demora, se inclina y oculta tras el mostrador, lo abre y
comienza la lectura: “Y hubo explosiones y tierra y fuego y el
estallido abisal del universo. Entonces vino la vida y la
sobrevivencia y el instinto. Un dibujo en la pared, hoguera y una voz
que nombró “fuego” y dijo “niño” y dijo “ciervo” y dijo
“palabras”.
Y
entonces, sólo entonces, las cosas fueron. Necesitaron de una voz y
una fonética para existir y hacer la historia.
Si
te nombran, en este instante, Damián, eres un sueño que se
proyecta, la pintura en el muro, la belleza feroz de la vida.
Nombrar
ahora para que a tu vez, en un futuro, hagas existir las cosas a tu
alrededor.
Tú
serás el deseo que viene con el siglo. Llegas a nombrar la vida.
Has
arribado.
Nombras.
El
milagro es posible ante tu voz que ensaya el infinito."
La
muchacha se pone de pie y mira a la anciana. ¿A quien se lo dará?,
pregunta temblorosa.
Ya
no puedo dárselo, fue hace mucho tiempo. Él ya creció y se dedicó
a otras cosas, nunca supo que venía para nombrar. No lo hice y la
vida se fue desdibujando en la ventana, ¿comprende? Nadie la nombró.
La
muchacha solloza junto a la mujer vieja. Sienten que el dolor de lo
que no se hizo les clava todas tristezas a la piel.
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