Érase una vez que los Números, sabiéndose infinitos, se amotinaron contra las Letras. Era obvio que veintiocho letras poco podían hacer para defenderse ante tan numeroso ejército, nunca mejor dicho. Las Letras fueron devastadas por los Números con sangrienta crueldad y se extinguieron tal y como lo hicieron, tras el diluvio universal, las incrédulas bestias que no se hicieron a la mar en la nao del patriarca.
Desaparecidas las Letras, los Números jamás pudieron volver a ser pronunciados, por lo que pasaron a ser extraños signos que nadie pudo descifrar y que cayeron en el olvido.
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