Existe una teoría científica que sostiene que hay millones de universos paralelos a este en el que nosotros vivimos y que todos son un poco diferentes. Los hay en los que nunca has nacido y otros en los que no hubieras querido nacer. Hay mundos paralelos en los que ahora estoy teniendo relaciones sexuales con un caballo y otros en los que acaba de tocarme el gordo de la lotería. Los hay en los que yazco desangrándome lentamente en el suelo del dormitorio y otros en los que soy elegido por mayoría absoluta como presidente de la nación. Pero toda esa variedad de mundos no me interesa para nada en estos momentos. Solo me interesan los mundos en los que ella no esté felizmente casada y no tenga un dulce hijito. En los que esté completamente sola. Hay muchos universos así, estoy convencido de ello. Ahora estoy intentando pensar en ellos. También hay mundos en los que nunca nos hemos llegado a conocer. Pero esos tampoco me interesan en estos momentos. De los que quedan, los hay en los que no me quiere y me dice que no. En algunos con delicadeza y en otros hirientemente. Todos esos tampoco me interesan. Ahora solo quedan los mundos en los que me dice que sí y entre ellos escojo uno, un poco como cuando se escoge un níspero en la frutería. Escojo el más bonito, el más maduro, el más dulce. Jamás ni el mundo más caliente ni el más frío, y vivimos en él en una cabaña del bosque. Ella trabaja en la biblioteca municipal de la ciudad que está a cuarenta minutos en coche de nuestra casa y yo trabajo en la delegación regional de educación, en el edificio de enfrente de donde ella trabaja. Desde la ventana de mi despacho a veces la veo recolocando los libros en las estanterías. Siempre desayunamos juntos. La amo, y ella me ama. La amo, y ella me ama. La amo, y ella me ama. Daría cualquier cosa por mudarme a ese mundo, pero entre tanto, hasta que encuentre el camino que lleva a él, solo me queda pensar en él, que no es poco. Pensar que soy yo el que vive en medio del bosque, con ella, en la felicidad más absoluta. Hay un sinfín de mundos paralelos. En uno de ellos ahora estoy teniendo relaciones sexuales con un caballo, y en otro acaba de tocarme el gordo de la lotería. Ahora no quiero pensar en ellos, sino solo en ese otro, solo en ese mundo de la cabaña del bosque. Hay un mundo en el que estoy echado en el suelo del dormitorio con las venas cortadas, desangrándome. Ese es el mundo en el que estoy sentenciado a vivir hasta que esto termine. Ahora no quiero pensar en él. Solo en ese otro mundo. Una cabaña en el bosque, el sol que se pone, yéndonos a dormir temprano. Y en la cama, mi brazo derecho está intacto, seco, y ella yace sobre él porque estamos abrazados. Se apoya tanto rato en él que empiezo a dejar de notarlo. Pero no me muevo, porque estoy muy a gusto con el brazo debajo de su cálido cuerpo, y sigo estando muy a gusto incluso cuando dejo de sentir el brazo por completo. Noto su respiración en la cara, tan rítmica, tan acompasada, interminable. Ahora se me están empezando a cerrar los ojos. No solo en ese mundo, en la cama, en el bosque, sino también en los demás mundos en los que ahora no quiero pensar. Me encanta saber que hay un lugar, en el corazón del bosque, en el que me estoy quedando dormido siendo completamente feliz.
De repente llaman a la puerta, 2010.
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