Mi
alma os ha cortado a su medida,
dice
ahora el poema,
con
palabras que fueron escritas en un tiempo
de
amores cortesanos.
Y
en esta habitación del siglo XX,
muy
a finales ya,
preparando
la clase de mañana,
regresan
las palabras sin rumor de caballos,
sin
vestidos de corte,
sin
palacios.
Junto
a Bagdad herido por el fuego,
mi
alma te ha cortado a su medida.
Todo
cesa de pronto y te imagino
en
la ciudad, tu coche, tus vaqueros,
la
ley de tus edades,
y
tengo miedo de quererte en falso,
porque
no sé vivir sino en la apuesta,
abrasado
por llamas que arden sin quemarnos
y
que son realidad,
aunque
los ojos miren la distancia
en
los televisores.
A
través de los siglos,
saltando
por encima de todas las catástrofes,
por
encima de títulos y fechas,
las
palabras retornan al mundo de los vivos,
preguntan
por su casa.
Ya
sé que no es eterna la poesía,
pero
sabe cambiar junto a nosotros,
aparecer
vestida con vaqueros,
apoyarse
en el hombre que se inventa un amor
y
que sufre de amor
cuando
está solo.
Habitaciones separadas, 1994.
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