Alguien
marcó en mis manos,
tal vez hasta en la sombra de mis manos,
el
signo avieso de los elegidos por los sicarios de la desventura.
Su
tienda es mi morada.
Envuelta estoy en la sombría lona de unas
alas que caen y que caen
llevando la distancia dondequiera que
vaya,
sin acertar jamás con ningún paraíso a la medida de mis
tentaciones,
con ningún episodio que se asemeje a mi
aventura.
Nada. Antros donde no cabe ni siquiera el perfume de
la perduración,
encierros atestados de mariposas negras, de
cuervos y de anguilas,
agujeros por los que se evapora la luz
del universo.
Faltan siempre peldaños para llegar y siempre
sobran emboscadas y ausencias.
No, no es un guante de seda este
destino.
No se adapta al relieve de mis huesos ni a la
temperatura de mi piel,
y nada valen trampas ni exorcismos,
ni
las maquinaciones del azar ni las jugadas del empeño.
No hay
apuesta posible para mí.
Mi lugar está enfrente del sol que se
desvía o de la isla que se aleja.
¿No huye acaso el piso con
mis precarios bienes?
¿No se transforma en lobo cualquier
puerta?
¿No vuelan en bandadas azules mis amigos y se trueca en
carbón el oro que yo toco?
¿Qué más puedo esperar que estos
prodigios?
Cuando arrojo mis redes no recojo más que vasijas
rotas,
perros muertos, asombrosos desechos,
igual que el
pobrecito pescador al comenzar la noche fantástica del cuento.
Pero
no hay desenlace con aplausos y palmas para mí.
¿No era
heroico perder? ¿No era intenso el peligro?
¿No era bella la
arena?
Entre mi amado y yo siempre hubo una espada;
justo
en medio de la pasión el filo helado, el fulgor venenoso
que
anunciaba traiciones y alumbraba la herida en el final de la
novela.
Arena, sólo arena, en el fondo de todos los ojos que me
vieron.
¿Y ahora con qué lágrimas sazonaré mi sal,
con
qué fuego de fiebres consteladas encenderé mi vino?
Si el bien
perdido es lo ganado, mis posesiones son incalculables.
Pero
cada posible desdicha es como un vértigo,
una provocación que
la insaciable realidad acepta, más tarde o más temprano.
Más
tarde o más temprano, estoy aquí para que mi temor se cumpla.
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