A Juan Armando
Epple.
Encontré
a un cisne malherido. Algún insensible le había amarrado el pico
con alambre. Lo llevé a casa, curé sus heridas, saqué sus piojos
uno a uno, acicalé sus plumas. Su alimentación consistía en granos
de maíz tierno, bayas y delicias del bosque. El cisne engordó y se
puso cariñoso. Venía a verme por las noches. Para atraer mi
atención relinchaba, aullaba, mugía y hasta hablaba: Leda, bonita,
ábreme la puerta. La cosa se puso fea. Ante tantos picotazos y
empellones, bloqueé la puerta con la tranca del olvido. Él afuera y
yo adentro. Él enloquecía y yo pensaba.
Fue
un tiempo duro. Ahora, tengo una pequeña tienda y, entre otros
productos, vendo pâté de foie gras.
Imagen: Leda y el cisne, copia del desaparecido cuadro de Miguel Ángel.
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