Facebook había
seguido notificándonos puntualmente los cumpleaños de Ángel, a
pesar de su prematura muerte.
Al
principio aquel aviso, que más parecía un sarcasmo, nos causaba
gran desasosiego. Con el tiempo, sin embargo, comprobamos que servía
para que sus amigos nos llamáramos y nos reuniéramos una vez al año
y bebiéramos juntos en su nombre y nos abrazáramos fuerte,
queriendo compensar así el olvido en que nos teníamos el resto de
los meses.
Estábamos
en uno de aquellos encuentros cuando alguien gritó blandiendo un
móvil:
- ¡Tíos, que no
puede ser, que me acaba de entrar un mensaje de Facebook que dice
“Ángel ha añadido una foto nueva”!
En
un instante nos arremolinamos en torno a aquel teléfono. Allí
estábamos todos, colgados en su muro, en un retrato de grupo hecho
desde arriba, en el que se nos veía en mangas de camisa, sofocados,
con copas en la mano, asomados a un móvil, mirando la pantalla con
cara de sorpresa.
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