¡La bala en la
sien y él como si oyera llover! Se puede tener poco apego a la vida
pero no hace falta presumir de ello.
Los
otros, dibujando temblores con los dedos, aumentando la humedad
relativa en el nombre de un dios olvidadizo.
Justo
antes de que apriete el gatillo, me mira fijamente, rompe el silencio
que precede al ocaso y me pregunta: ¿Tus ojos son verdes o azules?
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