Al mundo le
faltaba una criatura que pudiera consolar a todos. Entonces los
hombres crearon a Dios. Sea que lo concibieran pensando en sus
mejores sueños o, al contrario, que lo modelaran con el barro de la
naturaleza y siguiendo las líneas del miedo, lo cierto es que Dios
salió con figura humana.
Ya
el mundo estaba completo: tenía Dios.
Las
bestias, con la cabeza baja, siempre miraban hacia el suelo: los
hombres, con la cabeza alta, a veces miraban hacia el cielo. Hacía
dónde miraba el Dios recién inventado nadie lo pudo saber. Solo,
muy solo, se quejaba de que, después de hacerlo tan parecido a los
hombres, lo desterrasen sin embargo lejos de los hombres; y paseaba
por los baldíos del cielo preocupado por la posibilidad de que un
buen día, por inservible, los hombres lo deshicieran.
El gato de Cheshire, 1965.
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