Desde que salen tres lunas, una justo debajo de la otra, alineadas como los botones de una inmensa camisa de negra seda, aún se entiende menos el comportamiento de las mareas. El ayuntamiento ha cesado, por innecesarias, a dos terceras partes de los serenos. Los poetas que no se han colgado de un árbol están desorientados y se pasan las horas suspirando. Los perros aúllan el triple por las noches y los gatos, de tanta luz nocturna como tenemos, han dejado de ser pardos. Pero lo peor, sin duda, viene cuando en el cielo se dibuja la triple luna llena: lo de los licántropos va a tener, según nos cuentan, muy difícil solución.
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