A Manu Espada
Cuando
tenía todo preparado para empezar, de mi lapicero brotó un hombre
menudo y flacucho. Un mindundi, pensé, porque no parecía tener
mucho carácter. Sonrió tímidamente y se acercó a la punta, agarró
de ella y sacó a una muchacha muy linda que le miraba con pasión.
Se besaron como si yo no estuviera delante y después me quitaron el
lápiz entre los dos. Yo me resistí como pude, sin saber muy bien
por qué, pero dos pueden más que uno. Entonces le dieron la vuelta
y me borraron, dejando una mancha gris y virutas de goma en el aire.
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