Señor, al toque de Ánimas,
hoy te invoco, aunque no creo
que me escuches, pero eres
todavía una palabra
aprendida desde niño,
y hay veces, como esta tarde,
que no está mal repetirla.
Señor, ser viento, Señor.
Viento, ser campo, Señor.
Campo, ser yerba, Señor.
Yerba, ser nido, Señor.
Nido, ser pluma, Señor.
Pluma, ser nube, Señor.
Nube, ser cielo, Señor.
Cielo, ser lluvia, Señor.
Lluvia, ser río, Señor.
Río, ser barco, Señor.
Barco, ser humo, Señor.
Humo, ser mares, Señor.
Mares, ser luna, Señor.
Luna, ser rayo, Señor.
Rayo, ser trueno, Señor.
Trueno, ser calma, Señor.
Calma, ser ira, Señor.
Ira, ser verde, Señor.
Verde, ser azul, Señor.
Azul, ser negro, Señor.
Negro, ser bruma, Señor.
Bruma, ser claro, Señor.
Claro, ser alba, Señor.
Alba, ser día, Señor.
Día, ser día, Señor.
Cualquier cosa que se vea,
que flote, vuele o se hunda,
que sepa que está en el aire,
que está en la tierra o el agua.
Algo, ser algo, ser algo,
menos lo que soy ahora:
un poeta, las raíces
rotas, al viento, partidas,
una voz seca, sin riego,
un hombre alejado, solo,
forzosamente alejado,
que ve ponerse la tarde,
con el temor de la noche.
Cualquier cosa, pero viva,
por más pequeña que sea.
Sí, cualquier cosa, Señor,
pero viva, cualquier cosa...
Poemas del destierro y de la espera, 1976.
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