En la casa hay caminos secretos
y
direcciones invisibles
aunque
la escena parezca de cristal,
a
veces de relámpago.
O de
silencio arrinconado en una esquina,
sombra
de una presencia ausente,
huella
que cruza la memoria asustada.
La
memoria, que no encuentra una hoja donde posarse
ni
agua para su frente.
Agua
para
lavar los colores marchitos del tiempo,
de
las maderas desconchadas,
del
duro despertar.
Tal
vez por eso hablo con frecuencia
de
habitantes en rincones vacíos
de
casas que viví o en las esquinas
de
las que abandoné y sus caminos secretos.
Quizá
crea,
tal
vez erróneamente porque nada
se
puede comprobar,
que
en un ángulo olvidé lo que no encuentro.
Y
es que en esos rincones oigo, a veces,
el
gotear de un grifo.
No
lo veo.
¿Alguien
espera que lo cierre?
Hablando con un haya, 2010.
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