Una vez, un hombre
saltó de un tranvía, pero lo hizo tan torpemente que cayó bajo un
automóvil.
El
tránsito se detuvo en la calle y un policía trató de averiguar
cómo se había producido el accidente.
El
conductor pasó un largo rato explicando algo, apuntando con el dedo
a las ruedas delanteras del automóvil. El policía palpó las ruedas
y anotó el nombre de la calle en su libretita.
Se
juntó una multitud bastante numerosa.
Un
hombre de ojos aguachentos se caía a cada rato de la garita del
policía.
Una
mujer volvía constantemente la cabeza para mirar a otra mujer, que a
su vez volvía constantemente la cabeza para mirar a la primera
mujer.
Después,
se dispersó la muchedumbre y el tránsito empezó a avanzar
nuevamente.
El
ciudadano de ojos aguachentos continuó cayéndose por un buen rato
de la garita, pero al fin también él, evidentemente convencido de
que no podría sentarse firmemente en la garita, se acostó sobre la
vereda. En ese momento, un hombre que transportaba una silla cayó
violentamente, debajo del tranvía.
Nuevamente
vino un policía, nuevamente se juntó una multitud, y el tránsito
se detuvo. El hombre de los ojos aguachentos empezó a caerse
nuevamente de la garita del policía. Bien, y después todo se
arregló e incluso Ivan Semionovich Karpov fue a un restaurante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario