Sotanovsky
es un triste opositor a Notaría que vive esperando que ocurra algo
que cambie su vida. Vive con su madre, que es inválida y se pasa el
día frente al televisor, acariciando al perro. El perro también es
inválido. Sotanovsky no soporta a su madre, pero sigue a su lado
porque ella lo chantajea con la herencia que le dejará al morir.
Madruga, estudia, y sueña. Inventa el rostro de ELLA, una mujer sin
rostro, lee novelas que protagoniza en sueños, se masturba (esto no
mostrarlo, sólo sugerirlo). Cada día, cuando cae la noche, sale a
pasear por el barrio, pero llevando en brazos al perro inválido. El
perro es un San Bernardo. Antes de pasar frente a cada portal,
Sotanovsky siente que se le acelera el corazón, porque desde allí
puede salir el amor de su vida. Una noche, al llegar a la avenida,
divisa en la otra acera la silueta de una mujer que sale de un
portal. Y adivina que es ELLA. Cruza corriendo, entorpecido por el
peso del perro, y es atropellado por un camión. Sotanovsky también
queda inválido pero aprueba las oposiciones y ya es Notario. Su
madre muere y le deja el perro en herencia. Pone un anuncio
solicitando un ayudante y se presenta una mujer. Es ELLA. Sotanovsky
la contrata para que los pasee a él y al perro, pero no le declara
su amor. Una noche, al cruzar la avenida, ELLA reconoce en la otra
acera una silueta: es ÉL, el amor de su vida, el hombre que ha
esperado ver salir de un portal durante años. Corre a su encuentro y
los atropella un camión. El mismo camión. Muere ELLA. Muere ÉL.
Muere Sotanovsky. El perro aúlla lastimero y camina, ante el asombro
de las vecinas que gritan que es un milagro. El camionero, de la
impresión, queda inválido.
Mujeres con gato. Carlos Salem, 2016.
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