Al
caracol que le enviaron las olas hasta la playa, le descubrió forma
de lámpara. Otra especie de lámpara de Aladino, discurrió
esperanzado y comenzó a frotarla. Un solo deseo. No necesitaba más.
Con sus ojos zambulléndose en el mar acarició en vano, hasta el
anochecer, al dorado caracol. Nada sucedió. Ya no hay lámparas de
Aladino. Un simple caracol. Y lo tiró mar adentro regresando a su
vivienda sin darse cuenta de la seductora sirena que, un poco
retrasada y confiando en encontrar allí al amor de su vida, llegó
hasta el lugar donde aquel hombre había encontrado el caracol.
Alucinamientos. Umberto Senegal, 2013.
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