Cuando
los otros niños regresan a casa y el parque se queda solo, mamá
reparte la comida y me pide que sea más educado. Creo que a mamá no
le gusta cómo come papá, que chupa los huesos hasta dejarlos
limpitos. Pero yo no podría comer así porque mamá sólo me da los
pescuezos, las vísceras y otras presas sin importancia. Si me diera
una pata seguro que me la comería como papá, porque ya me han
salido los dientes y no soporto que me den lo que nadie quiere. Mamá
dice que cuando sea capaz de cazar mis propios niños podré comer lo
que me dé la gana, así que mañana lo intentaré con ese rubito que
juega en la arena, mientras su niñera se morrea con el novio.
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