Nunca quise ir, pero las
perseguía desde las ventanas de la casa. Todas aquellas mujeres con pañuelos
negros, blusas negras y faldas negras, caminando descalzas o de rodillas.
Mujeres que nunca había visto por el pueblo y que el resto del año no vería, porque
al acabar la procesión correrían a sus habitaciones para encerrarse. Nunca
quise ir, pero desde las ventanas, deseaba aplastarlas una a una.
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