Un día en que Dios estaba
durmiendo y el Espíritu Santo andaba en uno de sus vuelos, Jesucristo fue a la
caja de los milagros y robó tres. Con el primero hizo que nadie supiese de su
huida. Con el segundo se creó eternamente humano y niño. Con el tercero creó un
Cristo eternamente en la cruz y lo dejó clavado en esa cruz que hay en el cielo
y sirve de modelo a todas las demás. Después huyó hacia el sol y bajó por el
primer rayo que pudo atrapar.
Hoy vive conmigo en mi
aldea. Es un niño hermoso cuando ríe, y natural. Se limpia la nariz en el brazo
derecho, chapotea en las charcas, coge las flores, le gustan y las olvida. Tira
piedras a los borricos, roba fruta de los árboles y huye a gritos y llorando de
los perros. Y porque sabe que a ellas no les gusta, pero que todo el mundo lo
celebra, persigue a las chicas que en grupo van por los caminos con el cántaro
en la cabeza y les levanta las faldas.
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