viernes, 15 de mayo de 2020

Física. Fernando León de Aranoa.

La tortura es pura física.
La resultando de golpear un cuerpo femenino de 56 kilogramos de peso un número N de veces contra una pared, es una cantidad de hematomas inferior o igual al número de veces que se despertará llorando el resto de su vida, ya bien entrada la noche.
La oscilación de un peso de 7 kilogramos colgado de los testículos de un hombre adulto, produce una sensación de dolor directamente proporcional a la sensación de pérdida que experimentaron sus hijos la mañana que supieron por su madre que había sido detenido, y no fueron al colegio.
La cabeza de un interrogado al ser sumergida en una bañera desaloja un volumen de agua idéntico al miedo que le impedirá volver a coger el teléfono cuando suene en casa de madrugada, pero siempre inferior al que experimentará cada vez que sienta acercarse los pasos de un extraño a su espalda.
Una descarga eléctrica de 300 voltios, aplicada a intervalos de 3 minutos sobre los pezones de una mujer desnuda e indefensa, genera una desconfianza en el otro que ninguna declaración de derechos humanos conseguirá paliar jamás.
Si el cuerpo de un hombre joven es arrojado al mar desde un avión que vuela a una altura de 1.300 pies en dirección al Este, y las condiciones de visibilidad son buenas, ¿cómo recuperar entonces la fe en el hombre? ¿Cómo volver a mirar a la cara a los perros?

Aquí yacen dragones. 2013.
 

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