«Antiguamente llamaban al
llagu Villalverde de Lucerna. Nu yera llagu entuences, yera una
villa». Así empezarían a contarnos esta historia, en una de
las lenguas de la zona.
En
el mismo lugar que ahora ocupa el lago de Sanabria, en Zamora,
existió una ciudad que unos narradores llaman Valverde y otros
Villaverde —o Villalverde— de Lucerna. Por allí pasó también
Jesucristo en forma de mendigo, y nadie del pueblo quiso darle
limosna, y hasta lo insultaron, y hubo quien le echó los perros.
Solo el panadero se compadeció del mendigo y horneó para él un pan
que creció tanto que no podía salir por la puerta. El misterioso
mendigo le dijo al panadero y a su familia que subiesen a lo más
alto del monte, y luego, clavando con fuerza su cayado en el suelo,
exclamó:
Aquí
finco mi bastón,
aquí
nazca un gargallón.
Y
comenzó a surgir agua de la tierra con tanto caudal que el pueblo
quedó pronto anegado y todos sus habitantes perecieron.
Mientras
el pueblo estaba siendo inundado, algunos intentaron salvar las
campanas. Una la ataron a un toro y la otra a un buey. El toro
consiguió sacar su campana y es la que ahora está en un pueblo
cercano al lago. El buey, por su parte, no consiguió sacar la suya y
se ahogó. El día de San Juan, cuando despunta el sol, repica la
campana que está en el fondo del lago, pero solo pueden oír su
tañido quienes no están en pecado mortal. También se dice que, ese
mismo día, el toro que consiguió salvar la otra campana llega hasta
la orilla del lago y muge, llamando a su compañero.
Leyendas españolas de todos los tiempos, 2000.
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