Como en tantas y tantas de sus
pesadillas, empezó a huir despavorido. Las botas de sus
perseguidores sonaban y resonaban sobre las hojas secas. Las
omnipotentes zancadas se acercaban a un ritmo enloquecido y
enloquecedor.
Hasta
no hace mucho, siempre que entraba en una pesadilla, su salvación
había consistido en despertar, pero a esta altura los perseguidores
habían aprendido esa estratagema y ya no se dejaban sorprender.
Sin
embargo esta vez volvió a sorprenderlos. Precisamente en el instante
en que los sabuesos creyeron que iba a despertar, él, sencillamente,
soñó que se dormía.
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