Cuando anochezca
¿qué puedo hacer con la memoria,
dónde guardo la barca de esos años,
dónde los imperdibles del soneto,
el llanto del cristal en las ventanas,
la amarga margarita,
el tiempo fraternal y fracturado?
Se habrá roto el zafiro
y por el suelo correrá, ya libre,
lo prisionero.
(El perro ladra y su ladrido
me arranca de la sombra en que caía).
Pero, de todos modos,
los helechos aquellos se quemaron,
la rosa -¿de quién era?- continúa
en algún libro, no sé cuál. A estas alturas
¿verdad que todo da lo mismo?
Hablando con un haya, 2010.
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