domingo, 27 de abril de 2014

El alma oscura. Eva Sánchez Palomo. Microrrelato.




Puestos a elegir oscuridades donde hacer encajar su alma oscura, eligió la de la biblioteca. Supo adaptarse al silencio de ese laberinto de pasillos sin fin y recónditas encrucijadas. Allí, entre los volúmenes polvorientos, construyó su hogar y quedó tan apartado de la vida y de la gente, que incluso la muerte se olvidó de él. Su piel fue adquiriendo la palidez cadavérica de un rayo de luna y la textura ajada y arrugada de un pergamino.
Pasaron años, siglos, en los que su alma oscura le guió a través de lecturas secretas, misteriosas y prohibidas. Aprendió los hechizos y las palabras mágicas para doblegar voluntades y consiguió refinar el ancestral arte de la reducción.
Individuos deambulando perdidos entre los oscuros corredores se convertían en sus víctimas, menguaban al dictado de esas palabras enigmáticas y tenebrosas, susurradas en lenguas olvidadas. Pasaban a ser entes de un palmo, peleles a los que levantaba con sus manos arrugadas y transparentes para depositarlos, ya inertes y sin consciencia, entre las páginas cenicientas de los volúmenes. Allí se secaban, aplastados, comprimidos, como si fueran pétalos de flor o mariposas.
Cuánto disfrutaba, meses después, al abrir los tomos y descubrir los diminutos cuerpos consumidos, convertidos en finísimas capas de hilos granates, delicadas siluetas de belleza quebradiza.
Pero llegó una noche en la que los libros, apoyados uno contra otro, quietos como un millón de búhos polvorientos, decidieron dejar de ser testigos mudos del horror y se abrieron a la vez para caer y aplastar con su peso al alma oscura. Las páginas, alas de afilados bordes, rasgaron la piel de pergamino y deshicieron el hechizo. El cuerpo que encerraba el alma oscura se quebró dejando escapar un hálito negro y frío que se desvaneció convertido en nada.
Y los libros quedaron abiertos como ojos asustados, mostrando en sus páginas el espanto de esos cuerpos diminutos, que se escurrían y caían al suelo desmenuzándose en una lluvia de delicado polvo.


viernes, 25 de abril de 2014

Tuiteratura rescatada. Septiembre 2013. Eva Sánchez Palomo.



En los ojos verdes de los gatos se puede observar el reflejo de siete vidas diferentes.



No temía que el monstruo bajo la cama le agarrara de un pie, sino que le acariciara la cara con su frío y húmedo tentáculo.


El tirano mandó fusilar al tiranito cuando oyó que alguien decía que algún día sería más grande que su padre.



La muñeca de trapo buscaba su bracito roto por toda la habitación, desesperada, llorando serrín.



La máquina para viajar al pasado era una vieja caja oxidada de galletas danesas. Fotografías en blanco, negro y sepia.



El funambulista cierra los ojos y cae. Ve pasar toda su vida en imágenes brillantes. Solo alturas, planos picados.



Tenía los bolsillos vacíos y el alma llena. Lo había gastado todo en sonreír.



Se soñó resbalando por un acantilado y rodando caer al mar. Despertó en la ciudad, su cama. Las manos llenas de barro y olor a sal.



Se querían sin saber muy bien por qué. Pasaron la vida juntos intentando comprenderlo, y murieron ancianos, felices, sin conseguirlo.