Hoy
tuve una revelación. Tal vez por las drogas – medicadas por
algunos achaques circunstanciales – aunque sospecho que, en todo
caso, las drogas corrieron las cortinas de un ojo de buey oculto en
la pared y puedo ver más allá.
Sin
misterios, lo diré: la Muerte no mata.
Somos
nosotros los distraídos que olvidamos nuestros cuerpos, los dejamos
tirados por ahí, en la calle, en la cama, sobre un avión caído,
entre las balas del enemigo.
Ella
pasa, protectora, piadosa, y se los lleva al orfanato de los cuerpos
perdidos.
Y
nunca, nunca más los encontramos.
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