Yo te agradezco la intención, hermana,
la buena voluntad con que me asiste
tu alegría ejemplar; pero, desiste
por Dios: hoy no me abras la ventana.
Por Dios, hoy no me abras la ventana
de la sonrisa, hermana, que estoy triste,
lo mismo que un canario sin alpiste,
dentro de la prisión de la mañana.
No te he de sonreír: aunque porfíes
porque a compás de tu sonrisa lo haga,
no puedo sonreír ante esta tierra.
Hoy es día de llanto: ¿por qué ríes?
Ya me duele tu risa en esta llaga
del lado izquierdo, hermana... Cierra: cierra.
El silbo vulnerado, 1934.
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