La
tarde es parda y la calle empinada. Ella escucha que la llaman; un
mozalbete corre cuesta arriba, ella lo reconoce y se tensa. Jadeante,
él le da alcance. Ella apenas domina el sobresalto cuando ve, junto
a su cara, la carta que él le entrega. La intuición le grita que es
una carta de amor. Una carta de amor de ese muchacho que le gusta
tanto. En cuanto puede creerlo, casi la arrebata, la desdobla con
prisa, sus ojos corren por los negros garabatos mientras un
indiscreto rubor le golpea las mejillas y una turbación -mezcla de
júbilo y de susto- le estremece las manos.
El
muchacho observa estos cambios, temeroso quizás a la negativa, corre
calle abajo mientras grita: ¡Piénsalo… lee la carta completa;
mañana me contestas!
Ella,
al verse sola, tiembla sacudida por el llanto. Nunca había sentido
así, de golpe, tanta angustia, alternada con la vergüenza de ser
analfabeta.
Este cuento, hace ya algunos años lo leí en una revista que me regalaron en el Colegio de Ciencias y Humanidades.
ResponderEliminarLo leí y me quedé encantada y de vez en cuando lo volvía a leer y leer e imaginaba qué pasaba después. Luego perdí la revista; llevo algunos meses buscándolo, apenas lo voy encontrando aquí en tu blog y me da mucha alegría.
Gracias
Cuánto me alegro de leer comentarios como el tuyo, Alline.
ResponderEliminarUn placer.
Eva.