Esa
noche estaba despierto, rememorando las circunstancias de mi vida,
ficcional para otros y muy real para mí. Pensaba en mi autor, a
quien debo el haber dejado de ser sólo palabras en un párrafo para
convertirme en uno de los mejores microrrelatos que ha escrito. Me
levanté sigilosamente, y me deslicé hacia su estudio. La luz de la
luna alcanzaba para distinguir los objetos que había sobre su
escritorio. En un retrato aparecía mostrando un libro: era el
volumen donde por primera vez me había incluido junto a otros
compañeros. La fotografía mostraba su felicidad. Me incliné y besé
el rostro que parecía mirarme del otro lado del vidrio. Después
pude volver a dormir.
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