Solaestoy,
solaestoy, canta la torcaza.
Una
mujer ofrece flores a una piedra hecha pedazos:
—Señor
—dice la mujer a la piedra—. Señor, cómo has sufrido.
Los
viejos sabios indígenas ofrecen su testimonio a fray Bernardino de
Sahagún:
«Que nos dejen morir», piden, «ya que han muerto nuestros dioses».
Fray
Bernardino de Ribeira, natural de Sahagún: hijo de san Francisco,
pies
descalzos,
sotana de parches, buscador de la plenitud del Paraíso, buscador de
la memoria de estos pueblos vencidos: más de cuarenta años lleva
Sahagún recorriendo comarcas de México, el señorío de
Huexotzingo, la Tula de los toltecas, la región de Texcoco, para
rescatar las imágenes y las palabras de los tiempos pasados. En los
doce libros de la Historia general de las cosas de la Nueva España,
Sahagún y sus jóvenes ayudantes han salvado y reunido las voces
antiguas, las fiestas de los indios, sus ritos, sus dioses, su modo
de contar el paso de los años y de los astros, sus mitos, sus
poemas, su medicina, sus relatos de épocas remotas y de la reciente
invasión europea... La historia canta en esta primera gran obra de
la antropología americana.
Hace
seis años, el rey Felipe II mandó arrancar esos manuscritos de
manos
de
Sahagún, y todos los códices indígenas por él copiados y
traducidos, sin que dellos quede original ni traslado alguno. ¿Dónde
habrán ido a parar esos libros sospechosos de perpetuar y divulgar
idolatrías? Nadie sabe. El Consejo de Indias no ha respondido a
ninguna de las súplicas del desesperado autor y recopilador. ¿Qué
ha hecho el rey con estos cuarenta años de la vida de Sahagún y
varios siglos de la vida de México? Dicen en Madrid que se han usado
sus páginas para envolver especias.
El
viejo Sahagún no se da por vencido. A los ochenta años largos,
aprieta
contra
el pecho unos pocos papeles salvados del desastre, y dicta a sus
alumnos, en Tlatelolco, las primeras líneas de una obra nueva, que
se llamará Arte adivinatoria. Luego, se pondrá a trabajar en
un calendario mexicano completo.
Cuando
acabe el calendario, comenzará el diccionario
náhuatl-castellano-latín. Y no bien termine el diccionario...
Afuera
aúllan los perros, temiendo lluvia.
Memoria del fuego. I. Los nacimientos. Eduardo Galeano.
Perpetuar y divulgar, eso hizo Galeano y pudo ser un santo.
ResponderEliminarSaludos
Geniazo Galeano.
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