—Han
vuelto a crecerle —observó, encaramado a la escalera—. Cada año
pasa lo mismo.
—Quizás
solo quiera sentir un abrazo, aunque tenga que proporcionárselo ella
misma —suspiró su ayudante, melancólico.
—Calla
—atajó el restaurador, alzando el martillo—, no me lo hagas más
difícil.
El ojo de la cerradura. José Luis Cantos, 2013.
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