Aunque
es tarde, usted recuerda.
-Salió bien, pero la cagaste –El
coronel le da la espalda-. Firma el traslado y andando.
Usted
llevaba meses atendiendo la barra de una Herriko en Barakaldo. Era
invisible. Memorizaba, informaba y cobraba en Jefatura. Todo fácil
hasta el día en que aparece ella. Usted la reconoce. Ella lo mira
como si quisiera vaciarle el alma y usted se deja.
Nuevo
destino, Puerto de Barcelona. Vigilancia. “Tráfico” y pasta
gansa. De cada alijo de “colombiana” o “sugar turca”, dos
partes. Mitad prueba de cargo, mitad a repartir entre “curros” y
chivatos. Todo fácil.
Ella lo metió en su cama. Usted
pinchó teléfonos y colocó micrófonos. Cayó carne de talego.
Usted “sopló” Ondarribia y Hernani. Cayeron gudaris pesados,
armas, ordenadores y tres zulos. Jefatura dijo “bien, pero más”.
Ella se refugió en su cama y todo se hizo más difícil.
Barcelona.
Fin de fiesta. Asuntos Internos se queda con el “negocio” del
Puerto. Patada en el culo y a buscarse la vida. (Bogotá, Montevideo,
Miami, Tijuana, Medellín, Bilbao).
Irún. Día de calabobos.
Ha de “marcar” una casa, pero usted sospecha que le han preparado
un escarmiento con “fuego amigo”. Cuando llega al sitio, ella
está esposada al parachoques de un jeep. Sus miradas se tropiezan.
Oye carcajadas a sus espaldas. Usted da media vuelta y se marcha.
A
ella le caen doce años y a usted le dan “nevera”.
Regresa
a Bilbao. Negocios fáciles. Putas y “trafico”.
Ella sale
con la condicional. Lo busca y lo encuentra en el “Salamandra”,
un antro para “perros”. Aquella noche usted está sobrio y la
reconoce. Ella sonríe, se acerca, le dispara cinco veces con una
Glock robada y se marcha.
Lleva días enganchado a dos
goteros y una máquina. Quiere morir, no agonizar. Quiere morir con
la mirada de ella mordiéndole los ojos, antes de la coz del primer
disparo.
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