Un
pobre cronopio va en su automóvil y al llegar a una esquina le
fallan los frenos y choca contra otro auto. Un vigilante se acerca
terriblemente y saca una libreta con tapas azules.
—¿No
sabe manejar, usted? —grita el vigilante.
El
cronopio lo mira un momento, y luego pregunta:
—¿Usted
quién es?
El
vigilante se queda duro, echa una ojeada a su uniforme como para
convencerse de que no hay error.
—¿Cómo
que quién soy? ¿No ve quién soy?
—Yo
veo un uniforme de vigilante —explica el cronopio muy afligido—.
Usted está dentro del uniforme pero el uniforme no me dice quién es
usted.
El
vigilante levanta la mano para pegarle, pero en la mano tiene la
libreta y en la otra mano el lápiz, de manera que no le pega y se va
adelante a copiar el número de la chapa. El cronopio está muy
afligido y quisiera no haber chocado, porque ahora le seguirán
haciendo preguntas y él no podrá contestarlas ya que no sabe quién
se las hace y entre desconocidos uno no puede entenderse.
Historias de Cronopios y Famas. Julio Cortázar, 1962.
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