¡Oh, dime, noche
amiga, amada vieja,
que me traes el retablo de mis
sueños
siempre desierto y desolado, y sólo
con mi
fantasma dentro,
mi pobre sombra triste
sobre la estepa y
bajo el sol de fuego,
o soñando amarguras
en las voces de
todos los misterios,
dime, si sabes, vieja amada, dime
si
son mías las lágrimas que vierto!
Me
respondió la noche:
Jamás me revelaste tu secreto.
Yo
nunca supe, amado,
si eras tú ese fantasma de tu sueño,
ni
averigüé si era su voz la tuya,
o era la voz de un histrión
grotesco.
Dije a la noche: Amada mentirosa,
tú sabes
mi secreto;
tú has visto la honda gruta
donde fabrica su
cristal mi sueño,
y sabes que mis lágrimas son mías,
y
sabes mi dolor, mi dolor viejo.
¡Oh! Yo no sé, dijo la
noche, amado,
yo no sé tu secreto,
aunque he visto vagar
ese que dices
desolado fantasma, por tu sueño.
Yo me asomo
a las almas cuando lloran
y escucho su hondo rezo,
humilde
y solitario,
ese que llamas salmo verdadero;
pero en las
hondas bóvedas del alma
no sé si el llanto es una voz o un
eco.
Para escuchar tu queja de tus labios
yo te
busqué en tu sueño,
y allí te vi vagando en un
borroso
laberinto de espejos.
Soledades, galerías y otros poemas. 1899 - 1907.
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