sábado, 31 de marzo de 2018

Inicio. Luisa Valenzuela.

En el silencio absoluto tronó la voz estremecedora: ¡Hágase la luz!
Las partículas de oscuridad, flotando en el infinito espacio, percibieron una vibración y se miraron entre sí, azoradas. Aún no existía la palabra luz, ni la palabra hágase, ni siquiera el concepto palabra. Y la noche perduró inconmovida.
¡HÁGASE LA LUZ! volvió a ordenar la voz, ya más perentoria.
Sin resultado alguno.
Entonces, en la opacidad reinante, Aquél de las palabras recién estrenadas hubo de concentrar su esencia hasta producir algo como un protuberante punto condensado que al ser oprimido hizo clic. Y cundió la claridad como un destello. Y se pudo oír la queja de ese Alguien:
-¡Ufa! ¡Tengo que hacerlo todo Yo!

 

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