Según
los cuentos de la antigua marinería, la mar era quieta, un inmenso
lago sin olas ni olitas, y sólo a remo se podía navegar.
Entonces
una canoa, perdida en el tiempo, llegó al otro lado del mundo y
encontró la isla donde vivían los vientos. Los marineros los
capturaron, se los llevaron y los obligaron a soplar. La canoa se
deslizó, empujada por los vientos prisioneros, y los marineros, que
llevaban siglos remando y remando, por fin pudieron echarse a dormir.
No
despertaron nunca.
La
canoa se estrelló contra un peñón.
Desde
entonces, los vientos andan en busca de la isla perdida que había
sido su casa. En vano deambulan por los siete mares del mundo los
alisios y los monzones y los ciclones. Por venganza de aquel
secuestro, a veces echan a pique los barcos que se les cruzan en el
camino.
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