Si
tú piensas mucho en una cosa, al final pasa. Yo imaginaba una bici
como la del Ignacio de la calle nueva. Lo pensaba millones de veces
al día. O más. Al levantarme, antes de comer, durante los anuncios
de la tele. Y me dormía también con la bicicleta en el cerebro. Él
me prestaba la suya algunas tardes, pero sin salirme de su calle. Lo
hizo hasta que se fue al cielo y se la dejó.
Me
lo contaron cuando su madre vino a casa. El Ignacio se había caído
de la azotea, queriendo alcanzar un panal. Pero al cielo no llegó
del rebote, como yo vi clarísimo; mamá me lo aclaró de una
bofetada, allí delante. De los nervios. Traía la bicicleta para
regalármela. Y a mí me pasó algo muy raro, me alegré con pena.
Lloré y me preguntaron si no estaba contento, y respondí que sí.
Pero si me hubieran preguntado si estaba triste, les habría dicho lo
mismo. No sé si me explico. Ahora tengo bici, pero casi no la uso. Y
es que si tú deseas algo mucho, mucho, cuando lo tienes ya no lo
quieres igual, igual. Y al revés pasa lo mismo.
Esta noche te cuento, julio, 2015.
Wow!!! Gracias por traerme hasta aquí.
ResponderEliminarUn abrazo.
De nada, me encanta el micro. Un saludo.
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