En casa siempre hemos tenido una gran fascinación por la muerte. Es algo que nos han inculcado desde pequeñas. Cuando alguien de nuestra familia se va al otro barrio, lo celebramos por todo lo alto. Por eso, cuando mi padre anunció que le quedaban tres semanas de vida, nos alegramos mucho. Inmediatamente, empezamos a organizar la gran fiesta. Días después, cuando ya lo teníamos todo preparado, nos llamaron del hospital para decirnos que se trataba de un error y que no se iba a morir. Menos mal que, al enterarse de la noticia, a mi madre le dio un infarto.
Os preguntaréis por qué os he reunido aquí. 2024.
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