Una mañana
nos regalaron un conejo de indias.
Llegó a
casa enjaulado. Al mediodía le abrí la puerta de la jaula.
Volví a
casa al anochecer y lo encontré tal como lo había dejado: jaula adentro, pegado
a los barrotes, temblando del susto de la libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario