Mientras Romeo arrasaba Verona con sus primos, castigando barras, trajinándose taberneras y ensartando jaraneros de poca monta en su espada, Julieta esperaba en su torreón. Confinada día y noche, Julieta suspiraba pálidamente, y para sobreponerse a tanta espera, leía libros prohibidos (Beauvoir, Rich, Firestone, Jardine…) que no debía leer una señorita, robados de la biblioteca de su padre por su fiel ama.
Romeo
llegó al pie del torreón después de mucho tiempo y de todas las taberneras de
Verona. Buscaba, ansioso, sin encontrarla, la larguísima cabellera de su amada
junto a la piedra, para poder subir a sus aposentos.
Julieta
ya se había cortado el pelo. A lo garçon.
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