Cuando vi mi nombre en la
lápida, me dije: “qué curioso, un tipo con mi mismo nombre”. Cuando me acerqué
y vi la foto, reflexioné: “qué curioso, un tipo con mi misma cara”. Cuando me
dirigí a un sepulturero, le conté el hecho y con mi mejor gesto de suficiencia
le comenté que seguramente la gente supersticiosa interpretaría esa clase de
coincidencias como pruebas de vidas ultraterrenas o paralelas, el tipo siguió
cavando como si no hubiese oído nada.
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