lunes, 3 de julio de 2017

Simultáneo. Juan José Millás.

Mi hijo pequeño me da un grito desde su habitación:
-Papá, ¿qué significa simultáneo?
-Que sucede al mismo tiempo que otra cosa, hijo.
El silencio se hace de nuevo en la casa, y aunque intento continuar con lo que tenía entre manos, advierto que he quedado atrapado en la pregunta, o quizá en la respuesta. Todo el rato están sucediendo cosas simultáneas. Mientras yo escribo estas líneas, un perro ladra en la casa de al lado y alguien llora en la de más allá. Lo difícil es encontrar el hilo conductor de esos acontecimientos.
-Mientras tú tiras el pan -me dijo un día mi padre-, un niño se muere de hambre en África, o en la India.
En este caso, el problema no era encontrar el hilo conductor, sino desencontrarlo más bien. ¿Qué culpa tenía yo de que mis pérdidas de apetito coincidieran con aquellas defunciones masivas en el Tercer Mundo? La sincronía, en otras palabras, no implicaba causalidad, pero esa asociación quedó establecida en mi cabeza, a modo de un circuito eléctrico, y ya no podía tirar un trozo de queso sin matar a alguien al mismo tiempo. “Me acabo de cargar a un indio”, pensaba tristemente mientras me deshacía del bocadillo de mortadela. Cometí entonces muchos crímenes a los que debo remordimientos incontables. Tendría que explicarle a mi hijo que dos hechos simultáneos no tenían por qué depender uno de otro, para que no sufriera. Así que a la hora de la cena le dije:
-Que dos cosas sucedan a la vez no quiere decir que estén relacionadas, hijo.
-¿Entonces por qué suceden a la vez?
Supe que cualquier respuesta que le diera sólo serviría para aumentar su confusión y la mía, sobre todo la mía, de forma que cambié de tema y, simultáneamente, me atraganté. El niño me lanzó una mirada irónica y yo decidí que mi padre llevaba razón, aunque ello supusiera cargar con la responsabilidad de todas aquellas muertes africanas.
No tenemos remedio.


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