jueves, 13 de marzo de 2014

Tuiteratura Rescatada. (Noviembre 2013). Eva Sánchez Palomo.



Tras el apocalipsis la Tierra tardó poco en recuperarse de la devastación. Mucho más costó sacudirse el nauseabundo olor muerte.



El globo, agarrado a la manita del niño, pensaba angustiado: "¡Que no me suelte, por dios, que no me suelte!"



Se emborrachó del azul del cielo, se drogó con miradas, y acabó enloquecido de tanta vida.



El náufrago, de cara al mar, en el silencio de su isla, anhela mirar el bullicio desde la ventana de su casa, en la gran ciudad.



El único sueño del dios fue ese sueño extraño, en el que el hombre existía.



El dios pidió cenar ligero. No quiso repetir la pesadilla en la que ese ser salvaje, el hombre, le mataba.



El dios sueña que se pudre, se gangrena. A la mañana siguiente despierta convertido en hombre.



El acupuntor clava el alfiler en la espalda del paciente. Muy lejos de allí, el muñeco vudú emite un gemido sordo, frío, de tela.



Los autómatas enamorados, inmóviles, sentados frente a frente; se miran sin parpadear, llenos de amor sus ojos muertos.



Los corazones de los autómatas enamorados laten despacio, sigilosamente; pero al mismo, exacto, compás.



El mecanismo del autómata enamorado se rompió, su corazón frío deja de latir. Ella deja escapar dos pequeñas lágrimas de aceite.



Todas las noches, en las frías paredes del taller, entre el tictac mecánico de los autómatas se puede escuchar algún suspiro.



El sueño estaba hecho de una materia tan confusa, extraña y difusa que parecía la realidad.



El final del sueño era una alta cima. La escale, me senté allí arriba, con las piernas colgando en el vacío, a mirar la luna.




lunes, 10 de marzo de 2014

La mosca que soñaba que era un águila. Augusto Monterroso. Microrrelato.



Había una vez una Mosca que todas las noches soñaba que era un Águila y que se encontraba volando por los Alpes y por los Andes.
En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad; pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre las inmundicias humanas, así como sufrir a conciencia dándose topes contra los vidrios de su cuarto.
En realidad no quería andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni mucho menos.
Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser un Águila para remontar montañas, y se sentía tristísima de ser una Mosca, y por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía a poner las sienes en la almohada.


Nagasaki. Alfonso Sastre. Microrrelato.

Me llamo Yanajido. Trabajo en Nagasaki y había venido a ver a mis padres en Hiroshima. Ahora ellos han muerto. Yo sufro mucho por esta pérdida y también por mis horribles quemaduras. Yo sólo deseo volver a Nagasaki con mi mujer y con mis hijos.
Dada la confusión de estos momentos no creo que pueda llegar a Nagasaki en seguida, como sería mi deseo, pero sea como sea, yo camino hacia allá.
No quisiera morir en el camino. ¡Ojalá llegue a tiempo de abrazarlos!