jueves, 15 de enero de 2015

La fe y las montañas. Augusto Monterroso.




Al principio la fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios.
Pero cuando la fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.
Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe.





martes, 13 de enero de 2015

Los nadies. Eduardo Galeano.



Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.




lunes, 12 de enero de 2015

De piratas. Eva Sánchez Palomo. Microrrelato.



Mi mamá es la mejor contado cuentos. Nadie como ella.
Las palabras escapan de sus labios evocadoras, sugerentes, precisas, y juegan en mi mente construyendo nuevos mundos, realidades que se bastan a sí mismas como refugio seguro donde poder perderse.
Mamá y yo somos un equipo perfecto, sincrónico. Trabajamos juntos y no existe quien nos pare. Ella cuenta, yo imagino.
Aunque, en ocasiones, las cosas se nos van de las manos y a la hora del desayuno todo son prisas, carreras y papá con cara de fastidio.
Anoche mamá me habló de los piratas. Imaginé barcos de vela surcando mares de espuma. Piratas osados y temibles luchando por tesoros que esconder en playas lejanas, de arena fina y palmeras cargadas de cocos.
Pero esta mañana he llegado tarde al colegio, el loro no quería bajarse de la lámpara y papá me ha mirado con ojos indignados al descubrir mis zapatos chorreando y mis cabellos aun revueltos por las algas marineras y la sal.