Néstor había cometido casi todos los pecados. Cuando murió lo castigaron así: empezó a retroceder en el tiempo y a medida que rehacía sus pasos iba sintiendo los sufrimientos que en vida había infligido a los demás. Padeció la ingratitud, la traición, la afrenta, la impotencia ante la calumnia, la desesperación por el despojo, el dolor de la puñalada por la espalda. Después lo trajeron otra vez al tribunal: Néstor compareció con un pecado nuevo, el de la vanidad, porque al sufrir en carne propia los tormentos que él mismo ocasionara no había podido menos de admirar su tremendo poder de hacer mal.
Platero era dulce pequeño y suave
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