Las imágenes se suceden a toda velocidad. En el balcón de la cuarta planta sus cinco amigos beben alcohol. En la tercera cuatro niños saltan sobre el sofá. En la segunda tres turistas hacen las maletas. En la primera dos amantes caen rendidos. En el vestíbulo la belleza de la camarera impacta al recepcionista. En la piscina no hay nadie. El agua está fría, quizás, pero por veinte centímetros ya no importa.

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