Canta, oh diosa, no sólo la cólera de
Aquiles sino cómo al principio creó Dios los cielos y la tierra y cómo luego,
durante más de mil noches, alguien contó la historia abreviada del hombre, y
así supimos que a mitad del andar de la vida, uno despertó una mañana
convertido en un enorme insecto, otro probó una magdalena y recuperó de golpe
el paraíso de la infancia, otro dudó ante la calavera, otro se proclamó
melibeo, otro lloró las prendas mal halladas, otro quedó ciego tras las
nupcias, otro soñó despierto y otro nació y murió en un lugar de cuyo nombre no
me acuerdo. Y canta, oh diosa, con tu canto general, a la ballena blanca, a la
noche oscura, al arpa en el rincón, a los cráneos privilegiados, al olmo seco,
a la dulce Rita de los Andes, a las ilusiones perdidas, y al verde viento y a
las sirenas y a mí mismo.
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